Cuando los niños mandan
El mundo de los niños en los restaurantes es un asunto que daría para un blog entero. A quien no le ha pasado que después colocar a los propios y organizar una cena romántica, en algún sitio especial, en una bonita mesa y mirando a tu señora con ojitos de cordero degollado... se le planta de repente en la mesa de al lado una familia con tres cafres que acaban jugando al fútbol con tu mesa de portería. Lo primero que hay que tener claro es que los niños no tienen culpa de nada, no hay niños malos, hay padres maleducados.
A pesar de todo soy partidario de llevar a los hijos a disfrutar también de buenos restaurantes para que empiecen a apreciar cosas distintas a un whopper o un bigmac. Recuerdo la primera vez que probaron la ya famosa Burguer Bull de Dani Garcia en su recién abierta y hoy traspasada Moraga, desde entonces cada vez que van a una hamburguesería preguntan si tienen la de rabo de toro.
Tampoco es tan difícil saber a que restaurantes se puede ir con niños, a cuales no, cuales tienen entretenimientos para ellos y sobre todo si están mas revueltos de la cuenta, que medidas tomar. Las nuevas tecnologías han ayudado para esos casos extremos, pero tampoco veo normal esos niños comiendo sin quitar ojo a una dichosa pantallita o al móvil de turno. Aun así he de reconocer que si se juntan con varios amigos, como en esas odiosas comidas de verano, ya es un asunto que me produce taquicardia, es entonces cuando lugares como este son las opciones mas recomendables.
Por esto mismo en los últimos años muchos restaurantes han visto en las familias con hijos un nicho de mercado más que una molestia y este Hora Hora apostó fuerte por ello y les funciona muy bien, a pesar de que como les paso a contar, si no es por esas buenas instalaciones para el entretenimiento de los enanos no seria uno de mis elegidos en la vecina Elvas.
Esta situado en la misma carretera que sube a nuestra preciosa población vecina y curiosamente la misma familia que hoy lo regenta tenia en su lugar un almacén textil que acabaron transformando en este restaurante. Tiene un comodisimo parking casi todo cubierto y frente al mismo restaurante ya encontramos un buen parque de columpios, toboganes, canasta de baloncesto y hasta un diminuto campo de fútbol con su correspondiente suelo de goma.
No hace mucho que el local ha tenido una necesaria reforma, y nada mas entrar te encuentras con una moderna pecera con algunos bichos vivos, a la derecha una cómoda y luminosa sala, a la izquierda la barra con su clásico mostrador de marisco y algunas mesas más frente a ella. Tras la pecera se encuentra otro mostrador abierto con el pescado fresco.
Al final de la barra y con entrada desde fuera una amplia sala estupendamente habilitada y profesionalmente atendida hace las veces de guardería con todo tipo de actividades y entretenimientos para los enanos.
La carta es amplia, y ademas de los típicos entrantes portugueses comienza con los mariscos, camarao tigre, cañaillas, gamba, langosta, langostino, bogavante, navaja, almejas, ostras, percebes y como no sapateira. Aparecen varios arroces donde destacan el de marisco y el tamboril (rape), en pescado fresco encontramos lenguado, brochetas de rape y langostinos, salmón, bacalao, dorada o pulpo.
Los enanos comieron un soso y demasiado apelmazado bacalao dorado y un bastante mejor salmón a la plancha con buenas zanahorias, patatas y brocoli cocidas acompañados de su correspondiente aceite.
Colocados los pollos en la guardería, vimos en el mostrador una cañaillas que para empezar resultaron buenas y frescas pero que curiosamente nos sirvieron con la mitad del bicho fuera, asunto que he de reconocer no me hizo mucha gracia. Los langostinos cocidos ocuparían un lugar destacado entre los peores que tome en mi vida, con su cascara blanda, duros y totalmente insulsos. Continuamos con un buen bacalao asado, correcta la pieza, en su punto y con el clásico fondo de aceite portugués acompañado de unas patatas cocidas levemente aplastadas y sin pelar que fueron lo mejor de la comida. Rematamos con una correcta espetada de presa ibérica con piña acompañado de unas ricas migas de brócoli.
No elegimos bien el vino, un blanco Joao Pires que no cumplió las expectativas.
De postre un bolo bolacha algo flojo, y es que ya es difícil encontrarlo casero, si estaba rico y bien servido el pudín de huevo.
Buen servicio.
Si a todo lo comentado se le añadiera un buen precio, como lo tiene la mayoría en la zona, podría merecer la pena tener a los niños entretenidos mientras disfrutas con los amigos de la comida, pero no es el caso, ciento treinta euros es mucho dinero para lo ofrecido, sin contar con la guardería que se paga aparte pero se hace con gusto. Un arroz podría haber sido una mejor opción y sobre todo más económica. Aunque no salimos muy satisfechos, posiblemente volveremos porque los niños casi siempre son los que mandan y ellos si salieron encantados.
Estrada Nacional nº4
Fonte Branca
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